La risa, el idioma universal
POR: Cintia Ramón
Son las 04:00, la alarma suena y Raquel
Gonzáles se alista para una nueva experiencia. Su corazón está emocionado. Hoy
se reencontrará con sus amigos. Ellos no hablan su mismo idioma, pero tienen
algo en común: la risa.
Y es que no hay diferencias. Para
todos es, universalmente, conocida aquella expresión facial, que no distingue estatus
social, edad, color de piel, instrucción académica, etc. En fin, está
comprobado que todos reímos en el mismo idioma.
Raquel toma su maleta, en la que
guarda desde una nariz roja hasta un mandil blanco, en cuya espalda se observa
el logo del Club Clown Hospitalario UTE-SD con el lema: Amor más Humor igual
menos Dolor (A + H= -D). Al escucharlo pareciera que se tratara de una fórmula
matemática extraída del Álgebra de Baldor, cuya aplicación ayudará a solucionar
un problema mayúsculo. Y viéndolo desde esa perspectiva, si lo hará.
Para Raquel, o más conocida en el
mundo del clown como Tribilina (nombre de payaso), llevar a cabo este
ejercicio, durante más de 8 años, le ha permitido compartir experiencias
sanadoras. Ella junto a sus colegas o compañeros de alegrías visitan los
hospitales, centros gerontológicos, y demás lugares, donde es necesario que
germine la semilla de la felicidad.
Hace un año, Raquel vivió por
primera vez la experiencia de clownear (término utilizado en el argot cuando se
realizan visitas) con los voluntarios del reconocido Patch Adams. En esa
ocasión no tuvo la oportunidad de conocer al doctor de la Risoterapia, aquel
hombre que a sabiendas de ser tildado de loco se aventuró a promover las carcajadas
como un método de sanación en los pacientes. Sin embargo, ella estrechó lazos
de amistad con otros payasitos.
Al citar al activista social, su
mente evoca gratas experiencias. La que más marcó su vida en el 2015 fue la
visita al Centro de Rehabilitación Social de Riobamba. Era la primera vez, que
reemplazaba las asépticas habitaciones de un hospital por una celda vigilada
las 24 horas y los 7 días de la semana. Suena intimidante, pero no imposible.
Es así que al acercarse a las personas ocultas tras los barrotes, Raquel se dio
cuenta que no hay ser humano tan malo, como se dice. Al contrario, solo hay
almas confundidas y afligidas, que encontraron en la ilegalidad una forma de vida.
Desde aquel instante, supo que su
vida sería otra. Que la libertad tomaría otro sentido y sería sobrevalorada.
Una nueva experiencia
A inicios del 2016, Tribilina
recibió la noticia de que Patch Adams estaría en el país a mediados de enero.
No tardó mucho en que sus amigos de rojas narices la contactaran y le invitaran
hacer parte de esta vivencia.
Es así que el 23 de enero, Raquel junto a su amiga la Payasita Antenitas acudieron al llamado. El punto de encuentro, la Terminal Terrestre de Santo Domingo de los Tsáchilas y el destino Quitumbe (Quito), aquel punto donde confluyen personas de todo el país y del mundo.
Luego de un par de selfies y de
causar ‘sensación’ por su singular forma de vestir, Tribilina y Antenitas se
disponen a dar lo mejor de sí. A diferencia del año pasado, en esta ocasión
visitarán una comunidad indígena junto a médicos, enfermeras y funcionarios del
Ministerio de Salud Pública (MSP) y, por supuesto, con los voluntarios de Patch
Adams.
Cada detalle es fundamental. Las
largas pestañas de color neón, las narices rojas en todas sus gamas y formas,
los zapatos gigantes como si no cupieran en el pie de Pulgarcito, los
pantalones con estampados diversos como si hubiesen sido parchados con varios
retazos, que fueron desechados por una costurera. En fin, en el detalle está la
diferencia y la esencia de cada uno.
Tal es el caso de Mark, voluntario
de Estados Unidos, quien complementa su colorido atuendo con personajes únicos
en su especie. En su espalda se encuentra colgado ‘cocodrilo’. Así se llama su
amigo de aventuras, que se trata nada más y nada menos que de un mono de
peluche. Al preguntarle, ¿por qué ese nombre? Él, con su bajo dominio del
español, indica que simplemente las cosas se llaman, como queramos llamarlas. Algo
así, como si se tratara de una pugna con la semántica.
Junto a ‘cocodrilo’, Mark con su
pequeña guitarra, que más parece un charango, entona canciones de su niñez. En
su repertorio también constan canciones como ‘Happy’ de Pharrell Williams, que
a más de uno contagia de buena vibra y energía.
Es hora de ultimar detalles. Los
buses arrancan con destino a las unidades de atención de salud de Quitumbe. En
estos lugares la idea es sorprender a los pacientes, e invitar a los familiares
y allegados a que sean parte de una experiencia maravillosa en la comunidad
indígena de San Isidro. Algunas personas reciben con asombro y temor la
propuesta. Otros solo se dejan llevar. Saben que llegarán a tiempo para visitar
a sus amigos, hermanos, padres, en fin.
Una vez reclutado el personal de
la alegría. Los carros emprenden camino a la montaña. Todos sacan sus abrigos,
bufandas, guantes, porque en aquella comunidad el frío no perdona. El
calentamiento es importante, pero no cualquier calentamiento. Las técnicas de
Yoga de la Risa aprendidas y dominadas por Tribilina son importantes para
relajarse y llenarse de buena vibra para el gran momento.
Para la risa no hay fronteras
Al llegar al lugar, un sol
radiante da la bienvenida. En ese momento, todos saben que el frío ha dado una
tregua para recibirlos. Los niños como Melany y Bryan, de 4 y 9 años,
respectivamente, son los más emocionados. Ellos sin temor alguno se acercan a
los visitantes para consultar la razón de su llegada.
Darío, voluntario proveniente de Dinamarca (considerado el país más
feliz del mundo según el Informe Mundial de la Felicidad), se acerca con su geométrica
nariz y sorprende a los pequeños con un: Hola, ¿Cómo estás?
Seguida a la interrogante se dibuja una sonrisa en el rostro de Melany.
Sin embargo, la emoción aumenta cuando a pocos metros observa a Felipito,
mascota (títere) oficial del Club Clown Hospitalario UTE. La alegría es tanta
que no duda ni un minuto en posar, cuando le piden tomarse una fotografía junto
al carismático tucán.
A lado izquierdo, María y sus hermanos menores están sentados en una
base de cemento. Con la mirada perdida entre las montañas verdes, ella contempla
el paso interminable de las nubes y sus descomunales formas.
A diferencia de Melany, ellos se ruborizan y sus miradas se proyectan
hacia el suelo, cuando notan la presencia de un extraño. Quienes se acercan
utilizan sus mejores herramientas: los chistes, las adivinanzas, los abrazos. Todo
es hasta “agarrar confianza”, dicen.
Entre dinámicas, María, de 13 años, comenta que su sueño es ser
bailarina. La adolescente gusta de la música nacional como el San Juanito. Es
por ello que las fiestas del barrio son sus favoritas. Estas celebraciones son
animadas por el padre de Raúl, quien es el DJ del sector.
La población de este sector es mayoritariamente joven. Tal es el caso
de Melany, Bryan, María y Raúl, quien a sus 15 años siente interés por la
música electrónica. Uno de sus anhelos es conocer a David Guetta, Calvin
Harris, Martin Garrix y otras figuras, que se han ganado un sitial en las
preferencias de los amantes de este género. Sigue sus canales en Youtube, sus
cuentas en Twitter y otras redes sociales.
Otro de los sueños de Raúl es ser veterinario. Su pasión por los
animales lo ha llevado a protegerlos cuando alguien los maltrata y les propina
un par “palazos”. Al igual que San
Francisco de Asís, de quien no ha escuchado, el adolescente considera a los
animales como sus hermanos. Ellos no son inferiores, y se merecen respeto,
asegura.
Al conocer a Felipito se emociona. A la conversación también se suma
Tribilina, quien le comenta que el singular personaje se encuentra algo
delicado, porque comió muchas frutas tropicales. En ese momento, Raúl lo evalúa
y recomienda tomar infusiones de manzanilla para bajar las molestias y acudir
al centro veterinario más cercano.
Con estas recomendaciones, Tribilina, Antenitas y Felipito siguen con
su camino por las empedradas calles de San Isidro. El sol es intenso y las
ganas de seguir escuchando nuevas historias, también. La respiración se torna
cada vez más agitada. La altura no es un punto a favor, para estos personajes
provenientes del trópico húmedo.
A su paso, Kate, voluntaria de Illinois (EE-UU), les saluda con un
efusivo –Hello my friends. Sin tanto manejo del idioma, Antenitas entabla una
conversación con Kate, quien entiende algo del español, pero no logra
pronunciarlo con claridad. En ese momento, las dos se dan cuenta que están en
las mismas condiciones. El único lenguaje que las une es la risa. Antenitas le
enseña términos como: Chévere, bacán, hermoso y payasitos. En agradecimiento,
la joven de ojos marrones, y cabello rubio matizado con un tinte verde le invita
a conocer su natal Illinois, un poblado del Medio Oeste de EE-UU.
El reloj marca las 12:45, los lugareños invitan a los voluntarios a
compartir un almuerzo hecho a base de productos propios de la zona: papas,
habas y choclo, acompañados por queso tierno y salsa de ají. El menú es
degustado y repetido por algunos, quienes se atreven a decir que el sabor es delicioso.
Tal es el caso de Fernanda e Isis, oriundas de México, quienes aseguran que la
experiencia de conocer Ecuador vale repetirla.
Al otro extremo, una de las amigas de Kate susurra: This is paradise
(Esto es el paraíso). Y Antenitas se siente orgullosa de haber nacido en este
punto (Ecuador) de la geografía latinoamericana.
Despedida
Luego de compartir con tantas personas, captar fotografías sin poses y
selfies a montón, Tribilina junto a Antenitas y Felipito se despiden. Es hora
de regresar y multiplicar esta experiencia sanadora desde sus espacios.
Y es que bien dice Patch Adams: