jueves, 31 de marzo de 2016

La risa, el idioma universal 



POR: Cintia Ramón 
Son las 04:00, la alarma suena y Raquel Gonzáles se alista para una nueva experiencia. Su corazón está emocionado. Hoy se reencontrará con sus amigos. Ellos no hablan su mismo idioma, pero tienen algo en común: la risa.
Y es que no hay diferencias. Para todos es, universalmente, conocida aquella expresión facial, que no distingue estatus social, edad, color de piel, instrucción académica, etc. En fin, está comprobado que todos reímos en el mismo idioma.
Raquel toma su maleta, en la que guarda desde una nariz roja hasta un mandil blanco, en cuya espalda se observa el logo del Club Clown Hospitalario UTE-SD con el lema: Amor más Humor igual menos Dolor (A + H= -D). Al escucharlo pareciera que se tratara de una fórmula matemática extraída del Álgebra de Baldor, cuya aplicación ayudará a solucionar un problema mayúsculo. Y viéndolo desde esa perspectiva, si lo hará.
Para Raquel, o más conocida en el mundo del clown como Tribilina (nombre de payaso), llevar a cabo este ejercicio, durante más de 8 años, le ha permitido compartir experiencias sanadoras. Ella junto a sus colegas o compañeros de alegrías visitan los hospitales, centros gerontológicos, y demás lugares, donde es necesario que germine la semilla de la felicidad. 

La risa invade todos los rincones
Hace un año, Raquel vivió por primera vez la experiencia de clownear (término utilizado en el argot cuando se realizan visitas) con los voluntarios del reconocido Patch Adams. En esa ocasión no tuvo la oportunidad de conocer al doctor de la Risoterapia, aquel hombre que a sabiendas de ser tildado de loco se aventuró a promover las carcajadas como un método de sanación en los pacientes. Sin embargo, ella estrechó lazos de amistad con otros payasitos.
Al citar al activista social, su mente evoca gratas experiencias. La que más marcó su vida en el 2015 fue la visita al Centro de Rehabilitación Social de Riobamba. Era la primera vez, que reemplazaba las asépticas habitaciones de un hospital por una celda vigilada las 24 horas y los 7 días de la semana. Suena intimidante, pero no imposible. Es así que al acercarse a las personas ocultas tras los barrotes, Raquel se dio cuenta que no hay ser humano tan malo, como se dice. Al contrario, solo hay almas confundidas y afligidas, que encontraron en la ilegalidad una forma de vida.
Desde aquel instante, supo que su vida sería otra. Que la libertad tomaría otro sentido y sería sobrevalorada.

Una nueva experiencia
A inicios del 2016, Tribilina recibió la noticia de que Patch Adams estaría en el país a mediados de enero. No tardó mucho en que sus amigos de rojas narices la contactaran y le invitaran hacer parte de esta vivencia.

Es así que el 23 de enero, Raquel junto a su amiga la Payasita Antenitas acudieron al llamado. El punto de encuentro, la Terminal Terrestre de Santo Domingo de los Tsáchilas y el destino Quitumbe (Quito), aquel punto donde confluyen personas de todo el país y del mundo.
Luego de un par de selfies y de causar ‘sensación’ por su singular forma de vestir, Tribilina y Antenitas se disponen a dar lo mejor de sí. A diferencia del año pasado, en esta ocasión visitarán una comunidad indígena junto a médicos, enfermeras y funcionarios del Ministerio de Salud Pública (MSP) y, por supuesto, con los voluntarios de Patch Adams.
Cada detalle es fundamental. Las largas pestañas de color neón, las narices rojas en todas sus gamas y formas, los zapatos gigantes como si no cupieran en el pie de Pulgarcito, los pantalones con estampados diversos como si hubiesen sido parchados con varios retazos, que fueron desechados por una costurera. En fin, en el detalle está la diferencia y la esencia de cada uno.
Tal es el caso de Mark, voluntario de Estados Unidos, quien complementa su colorido atuendo con personajes únicos en su especie. En su espalda se encuentra colgado ‘cocodrilo’. Así se llama su amigo de aventuras, que se trata nada más y nada menos que de un mono de peluche. Al preguntarle, ¿por qué ese nombre? Él, con su bajo dominio del español, indica que simplemente las cosas se llaman, como queramos llamarlas. Algo así, como si se tratara de una pugna con la semántica.
Junto a ‘cocodrilo’, Mark con su pequeña guitarra, que más parece un charango, entona canciones de su niñez. En su repertorio también constan canciones como ‘Happy’ de Pharrell Williams, que a más de uno contagia de buena vibra y energía. 
Es hora de ultimar detalles. Los buses arrancan con destino a las unidades de atención de salud de Quitumbe. En estos lugares la idea es sorprender a los pacientes, e invitar a los familiares y allegados a que sean parte de una experiencia maravillosa en la comunidad indígena de San Isidro. Algunas personas reciben con asombro y temor la propuesta. Otros solo se dejan llevar. Saben que llegarán a tiempo para visitar a sus amigos, hermanos, padres, en fin.   
Una vez reclutado el personal de la alegría. Los carros emprenden camino a la montaña. Todos sacan sus abrigos, bufandas, guantes, porque en aquella comunidad el frío no perdona. El calentamiento es importante, pero no cualquier calentamiento. Las técnicas de Yoga de la Risa aprendidas y dominadas por Tribilina son importantes para relajarse y llenarse de buena vibra para el gran momento. 

Para la risa no hay fronteras  
Al llegar al lugar, un sol radiante da la bienvenida. En ese momento, todos saben que el frío ha dado una tregua para recibirlos. Los niños como Melany y Bryan, de 4 y 9 años, respectivamente, son los más emocionados. Ellos sin temor alguno se acercan a los visitantes para consultar la razón de su llegada.
Darío, voluntario proveniente de Dinamarca (considerado el país más feliz del mundo según el Informe Mundial de la Felicidad), se acerca con su geométrica nariz y sorprende a los pequeños con un: Hola, ¿Cómo estás?
Seguida a la interrogante se dibuja una sonrisa en el rostro de Melany. Sin embargo, la emoción aumenta cuando a pocos metros observa a Felipito, mascota (títere) oficial del Club Clown Hospitalario UTE. La alegría es tanta que no duda ni un minuto en posar, cuando le piden tomarse una fotografía junto al carismático tucán. 
A lado izquierdo, María y sus hermanos menores están sentados en una base de cemento. Con la mirada perdida entre las montañas verdes, ella contempla el paso interminable de las nubes y sus descomunales formas.
A diferencia de Melany, ellos se ruborizan y sus miradas se proyectan hacia el suelo, cuando notan la presencia de un extraño. Quienes se acercan utilizan sus mejores herramientas: los chistes, las adivinanzas, los abrazos. Todo es hasta “agarrar confianza”, dicen.

Entre dinámicas, María, de 13 años, comenta que su sueño es ser bailarina. La adolescente gusta de la música nacional como el San Juanito. Es por ello que las fiestas del barrio son sus favoritas. Estas celebraciones son animadas por el padre de Raúl, quien es el DJ del sector.
La población de este sector es mayoritariamente joven. Tal es el caso de Melany, Bryan, María y Raúl, quien a sus 15 años siente interés por la música electrónica. Uno de sus anhelos es conocer a David Guetta, Calvin Harris, Martin Garrix y otras figuras, que se han ganado un sitial en las preferencias de los amantes de este género. Sigue sus canales en Youtube, sus cuentas en Twitter y otras redes sociales.
Otro de los sueños de Raúl es ser veterinario. Su pasión por los animales lo ha llevado a protegerlos cuando alguien los maltrata y les propina un par “palazos”.  Al igual que San Francisco de Asís, de quien no ha escuchado, el adolescente considera a los animales como sus hermanos. Ellos no son inferiores, y se merecen respeto, asegura.
Al conocer a Felipito se emociona. A la conversación también se suma Tribilina, quien le comenta que el singular personaje se encuentra algo delicado, porque comió muchas frutas tropicales. En ese momento, Raúl lo evalúa y recomienda tomar infusiones de manzanilla para bajar las molestias y acudir al centro veterinario más cercano.  

Con estas recomendaciones, Tribilina, Antenitas y Felipito siguen con su camino por las empedradas calles de San Isidro. El sol es intenso y las ganas de seguir escuchando nuevas historias, también. La respiración se torna cada vez más agitada. La altura no es un punto a favor, para estos personajes provenientes del trópico húmedo.
A su paso, Kate, voluntaria de Illinois (EE-UU), les saluda con un efusivo –Hello my friends. Sin tanto manejo del idioma, Antenitas entabla una conversación con Kate, quien entiende algo del español, pero no logra pronunciarlo con claridad. En ese momento, las dos se dan cuenta que están en las mismas condiciones. El único lenguaje que las une es la risa. Antenitas le enseña términos como: Chévere, bacán, hermoso y payasitos. En agradecimiento, la joven de ojos marrones, y cabello rubio matizado con un tinte verde le invita a conocer su natal Illinois, un poblado del Medio Oeste de EE-UU. 
El reloj marca las 12:45, los lugareños invitan a los voluntarios a compartir un almuerzo hecho a base de productos propios de la zona: papas, habas y choclo, acompañados por queso tierno y salsa de ají. El menú es degustado y repetido por algunos, quienes se atreven a decir que el sabor es delicioso. Tal es el caso de Fernanda e Isis, oriundas de México, quienes aseguran que la experiencia de conocer Ecuador vale repetirla. 
Al otro extremo, una de las amigas de Kate susurra: This is paradise (Esto es el paraíso). Y Antenitas se siente orgullosa de haber nacido en este punto (Ecuador) de la geografía latinoamericana.

Despedida
Luego de compartir con tantas personas, captar fotografías sin poses y selfies a montón, Tribilina junto a Antenitas y Felipito se despiden. Es hora de regresar y multiplicar esta experiencia sanadora desde sus espacios.
Y es que bien dice Patch Adams:

“Tú eres el autor de tu propia felicidad y te corresponde a ti decidir cada mañana temprano tener un día feliz” 





miércoles, 30 de abril de 2014


Petroglifos: ¿señal de antiguas culturas?


A 15 kilómetros de la urbe, existe un lugar en el que se puede entrar en contacto con la esencia de la vida.


POR: Cintia Ramón     
FOTOS: Cintia Ramón Y LUIS VINUEZA. 

 
SANTO DOMINGO DE LOS TSÁCHILAS. El olor a tierra, el verdor de las montañas, el ir y venir de las aves y los sonidos de aquellos que encuentran refugio en la Naturaleza es el panorama, que se pinta en el sector del Pedregal, ubicado en la comunidad de San Gabriel del Baba.
Al llegar. Solo les basta un segundo a los visitantes para respirar vida. Para respirar aquel aire esquivo al smog de la ciudad. El ruido no tiene cabida en la zona, lo que les permite desconectarse del estrés y de las tribulaciones, que aprisionan el alma.
Al observar aquellas elevaciones lejanas, alguien se arriesga a preguntar que hay más allá de lo que la densa neblina permite ver. La respuesta es sencilla: solo hay que ir y dejarse sorprender.
Es así que se da por iniciada la aventura. Lo único que saben, quiénes se arriesgan a conocer el corazón de las montañas, es que existen unas piedras con formas características (petroglifos). Al parecer, vestigios de antiguos pueblos asentados en estas zonas. Dichos megalitos están distribuidos en 130 hectáreas de bosque primario húmedo y musgoso. 

Un par de botas, una cámara fotográfica y las ansias de conocer son elementos suficientes para empezar con el recorrido. El lodo y la yerba mojada son parte del trayecto. Hay que tener habilidad, o en tal caso desarrollarla, para sortear las caídas y tropezones. Al subir, el amante a la antropología, Olivo Guevara, siente como el aire le falta y tras descansar unos segundos, las fuerzas retornan para continuar con las largas horas de camino. 

 

CREACIÓN DIVINA

Cada vez que se adentra a la zona, Leoncio Herrera, dueño de estas tierras, corta la maleza que le impide continuar. A cada paso hay algo por descubrir, desde árboles que alcanzan los 60 metros de altura hasta orquídeas, cuyas formas cautivan. Aunque no se lo puede ver, a lo lejos se escucha al diostedé, un ave de pico largo y llamativos colores.
Quienes se pasean por estos parajes, aseguran haber visto a tigrillos, guatusas, venados, y demás animales, que llevan una vida ajena a la domesticidad. Las mariposas invaden de alegría el ambiente. Algunas tienen aspectos de hojas, troncos viejos, y otras parecen un arcoíris, que en su vuelo derrochan magia.
A casi 45 minutos de caminata, los visitantes escuchan el choque del agua que corre por el río Magdalena. Esta es señal de que lo bueno está por venir.

CULTURAS

Luego de pasar por las resbaladizas rocas, más de uno movido por la sed toma un sorbo del cristalino líquido. Al seguir con la ruta, se puede observar la primer piedra, que tiene tallados de líneas y varias circunferencias.
Conforme avanzan las manecillas del reloj, los aventureros observan otros megalitos en cuya estructura existe una especie de soldadura o incrustaciones de otro material pétreo. A decir de  Guevara, entendido en la materia, una de las hipótesis que se maneja, es que varias culturas estuvieron asentadas en este sector.
Las características de los petroglifos dan muestras, de que pertenecen a la edad de la Piedra Nueva o más conocido como el periodo Neolítico. Las figuras zoomorfas (animales) y antropomorfas (humanos) ponen el sello en cada petroglifos. Así se evidencia en algunos, cuyos rasgos se asemejan al del rostro de una persona y las figuras curvilíneas de serpientes.
Tras varios meses de investigación, Guevara está bajo el rastro de aquellos que se asentaron en estas tierras. Una de sus hipóstesis es la cultura de los Babas, ya que el trayecto del río Baba conecta con Quevedo y avanza hasta llegar a Balzar, provincia del Guayas.  En base a esta idea,  Guevara sostiene que dichos pobladores cruzaron el mar y subieron por la zona interandina. Dicha tribu se caracterizaba por la pesca y encontraron en este lugar, escenarios perfectos para rendirle tributo a sus deidades y a la vida misma.



ESPECIES

Fauna

° León de montaña
° Tigrillo
° Guanta
° Guatuso
° Venados
° Oso de anteojos
° Mariposas

Flora

° Aguacatillo
° Cedro
° Colorado fino
° Colorado manzano
° Variedad de orquídeas

 

VESTIGIOS  

Hace un año y medio, Leoncio Herrera y Olivo Guevara descubrieron dichos megalitos.

5

HORAS

En total dura la caminata. 

PARA SABER 

Alrededor de 300 megalitos se encuentran en el sector del río Pedregal y cerca de 200 en el  río Magdalena. Estos afluentes confluyen en el río Baba.